El domingo 6 de marzo mientras cocinaba en la mañana recibí un mensaje de una amiga preguntándome si iba al Festival de cometas en Zilker Park, Austin. Me encanta remontar cometas y ella lo sabe porque hemos ido juntas a remontarlas a ese parque. Yo me había olvidado por completo porque estoy ocupada casi todos los fines de semana últimamente. Pero viajando adonde tenía que ir pasé por la Mopac al lado del parque y vi la cola de vehículos esperando poder estacionar y muchas cometas ya altas en el cielo. Recordé el año pasado cuando fuimos y disfrutamos tanto de ver tantos colores, tanta alegría en una jornada hermosa y soleada de primavera.
Y cuando regresaba ya a última hora de la tarde, justo antes de ponerse el sol, vi que todavía volaban contra el cielo azul algunas cometas en la última luz del día de un día maravilloso de primavera. Se recortaban sobre el fondo urbano, de altas torres en el centro de la ciudad.
Y no pude menos que reflexionar mientras manejaba de regreso a casa. Allá por mi infancia, el placer de remontar cometas comenzaba en el jardín, el garaje, la vereda o el patio, donde nos sentábamos con mis primos a construirlas, con papel de seda, varillas de caña y engrudo y un trozo largo de tela para hacer la cola. Llevaba mucho trabajo cuidadoso para que resultara equilibrada, aerodinámica. Pero la satisfacción mayor de todo ese trabajo llegaba en el momento en que la veíamos alzarse con la brisa primaveral alto hacia el cielo. ¡Eran momentos maravillosos para nuestra alma de niños!
Cuando era niña, mis primos y yo éramos muy hábiles para remontar cometas. Pero no teníamos mucha conciencia de los peligros y a menudo, la cometa se quedaba enganchada para siempre en la parte más alta de un árbol o en un cable inalcanzable, destruida o perdida para siempre. Solamente cuando crecimos un poco pudimos dominar todas las fuerzas físicas necesarias para controlar el vuelo de la cometa, y descenderla sin correr peligro de perderla o romperla.
En este momento de mi vida, relaciono el trabajo de construir la cometa con mi propio trabajo. Realmente uno disfruta del fruto de su trabajo si puede « remontarlo ». Frecuentemente nos sorprendemos trabajando para ganarnos la vida, en vez de para encontrar satisfacción en lo que hacemos. Es más fácil y se miden menos los riesgos cuando –como en la construcción de la cometa- se trabaja para dar vuelo a nuestros sueños. Históricamente no es un momento propicio en el cual uno puede decir que va a elegir el trabajo que quiere hacer. Pero sí se puede elegir hacerlo con pasión y con la mira más allá del presente, más allá de lo que se ve.
Levanta la mirada y sueña más allá del presente con esperanza, amor y gratitud.